
El sospechoso parecido entre Mona Lisa y Jacopo Santarelli, el joven modelo acusado de haber sido sodomizado por Leonardo.
En la Florencia renacentista del Quattrocento, el ayuntamiento situado en el Palazzo della Signoria (ó Palazzo Vecchio) amenazaba desde su muro externo con un temible buzón donde quien le viniera en gana y en forma totalmente anónima, podía depositar una denuncia de cualquier índole y calibre contra cualquier ciudadano de la urbe toscana. El 8 de abril de 1476, este buzón recibió una denuncia terrible para la época y el lugar: Leonardo da Vinci habría cometido actos de sodomía con cierto joven en quien se centraba el texto de la carta delatora, y en Florencia la homosexualidad era considerada un delito gravísimo, aunque profusamente practicado. El joven Leonardo, a punto de cumplir los 24 años de edad, sufrió dolorosas consecuencias por esta denuncia, que fue desestimada por anónima y falta de testigos, aunque fue repetida dos meses más tarde de la misma forma. Aún sin castigo de la ley, el padre y los hermanos de Leonardo le creyeron más a la denuncia que a las refutaciones del artista y le dejaron de hablar desde entonces.
La historia dejó indicios que sugieren fuertemente que la insidiosa denuncia se debió más a motivaciones políticas que a algún interés por la sexualidad de Leonardo. De todos modos, una denuncia semejante tuvo como objetivo hacer público un hecho de índole privado y que era considerado en ese momento como una grave transgresión que debía atentar contra el orden y la salud mental y física de la sociedad.
Con indiscutibles características de inmortalidad, Leonardo reaparece en nuestro siglo aunque unos años más adelante, en el universo de Shadowrun, el celebrado juego de rol, esta vez en forma de novela y bajo el título de “Black Madonna” –de Sargent y Gascoigne. Aquí aparece chantajeando a corporaciones multinacionales como fuente de recursos para financiar los prototipos de sus inventos, que ya no son máquinas de guerra o artefactos voladores sino virus informáticos de alto poder destructivo.
En esta misma tesitura de hacer público lo que se mantenía como privado, con el fin de perjudicar a alguien, en estos días unas manos misteriosas tomaron entre 30 y 40 millones de datos confidenciales del sitio web Ashley Madison, y los soltaron a volar como blancas palomitas. Al principio se acusó a hackers despiadados y ahora está ganando terreno la sospecha sobre una ex-empleada de la empresa que cometió un simple hurto de información. Lo notable es que Ashley Madison es un sitio que se dedica a facilitar relaciones de adulterio entre quienes así decidieran hacerlo. Aquí no hay calumnias ni murmuraciones. En estos tiempos, el adulterio es considerado una grave transgresión que atenta contra el orden y la salud mental y física de la sociedad, al igual que lo era la homosexualidad en el Quattrocento florentino, un delito gravísimo y profusamente practicado. ¿Entonces el hackeo o hurto de información y posterior publicación de los datos de Ashley Madison fue una acción clandestina realizada con intenciones moralizantes? Uno suele imaginar a los hackers como liberadores rebeldes que actúan con una pulsión contracultural que nos hermana. y no como inquisidores o cruzados de una causa punitiva. No pareciera que este hecho pertenezca a la misma categoría que el de los vecinos de un barrio fotografiando las patentes de los automóviles que circulan frente a los travestis ofreciendo sus servicios sexuales. Aquí hay otras motivaciones, al igual que la denuncia a Leonardo da Vinci intentaba perjudicar a Lorenzo de Medici.
En las horas recientes, usuarios de Ashley Madison perjudicados con la filtración de datos, han comenzado a recibir mensajes y amenazas de chantaje por parte de quienes afirman poseer información que los compromete. Hasta ahora se dice que sólo un 0,01% de los amenazados ha accedido a pagar el precio de USD 450.- para que los chantajistas no revelen la información a la contraparte conyugal de los implicados. Por su parte, Ashley Madison ofrece una recompensa en metálico contante y sonante de 500.000 dólares canadienses (unos USD 377.000.-) a quien ayude a atrapar a los bandidos. Se quedan cortos frente al USD 1.400.000.- que recaudarían con sólo la diezmilésima parte de los perjudicados pagando la cuota impuesta.
En este nuevo juego de rol en que se está metiendo el mundo, compitiendo en una subasta de chantajes versus recompensas, viendo quién da más por su buen nombre y su paz conyugal, cuando no por una conciencia limpia, no resultaría extraño que la gente de Disney ofreciera una recompensa a quien identifique al artista Banksy con nombre, apellido y fotografía. Igual sostengo que el nombre “Dismayland” que ideé en una sátira Beat hace 16 años en mis días por California, es mejor que el “Dismaland” con que lo bautizó Banksy. (Dismal = deprimente / Dismay = desaliento)
Lo que sí es seguro y es el gran hallazgo de Banksy, es que en el mundo de hoy, los sueños o pesadillas que muchas personas deben estar soñando en estas noches, se deben parecer mucho más a su Dismaland que al mundo de fantasías del parque creado por el viejo Walt.
El ciclo de la Historia, cómo se van repitiendo los hechos. Lúcida la manera de interrelacionarlos.
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No olvides que el nuevo codigo civil no penaliza el adulterio y el matrimonio no exige compromiso de fidelidad. Habra que ver como influyen las leyes en las morales y los afectos.
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Aunque en algunos países hace bastante tiempo que se despenalizó la infidelidad, creo que a la gente sigue sin gustarle que le mientan o la engañen. No creo que la ley modifique eso, cuando en rigor de verdad, el engaño es la ruptura de un pacto. Sino, no sería infidelidad y no habría razón para que se oculte, y de eso se trata el tema, de datos escondidos que salieron a la luz.
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Ante todo, no sabía ni una letrita de la existencia de eso llamado Ashley Madison ni del tal Bansky, así que desde ya, muchas gracias. Me pregunto, a partir del último párrafo, si es únicamente en el mundo de hoy –o si en otros tiempos o desde siempre ha sido así- que los sueños o pesadillas de muchas personas se parecen más al Dismayland y Dismaland, que al mundo de fantasías del extraordinario parque de ilusiones . Ilusiones que han de ayudar a escapar aunque sea de un modo fugaz, de la realidad. Y no lo sé. Sólo sé que cuando nacimos el mundo ya estaba andando en esta calesita que da vueltas y no para de girar en torno a un eje. Una calesita llena de palabras tóxicas que norman, rotulan, juzgan y sentencian, no sólo lo que en verdad atenta contra el “bien común”, sino lo que incumbe exclusivamente a la vida privada de los particulares. En nombre de qué me pregunto. Será tal vez, en nombre de este mundo de locos, inabarcable, que nos precede, y, que no logramos modificar acaso porque mientras la calesita gira y gira, la observamos, nos observamos dentro y no nos atrevemos a saltar, saliendo del círculo vicioso.
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Dany, creo que las leyes no influyen en los afectos, ni se me ocurre cómo podrían. Se me ocurre que cada matrimonio ha de ser un mundo , y también que el compromiso de fidelidad es entre los cónyuges que así lo acuerden.
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